miércoles, 9 de diciembre de 2015

EL EXTREMEÑO: UN HABLA DE TRANSICIÓN. A FALA



Con frecuencia habréis oído comentarios en la familia, en la escuela, sobre la manera particular de hablar que tenemos en Extremadura. Unas veces os habrán dicho que se trata de un dialecto nuestro, que tenemos tanto derecho de usar como otras comunidades sus lenguas. Otras habréis oído decir que se trata simplemente de un español mal hablado, por la mucha incultura que ha habido y hay en Extremadura. Estos comentarios, sin embargo, no tienen por qué ajustarse a la realidad.
EL CHINATO
A FALA
J.R.Alonso de la Torre, periódico HOY(26-09-14)

«Y yo le dije: Julia, si llevas años sin ponerte las deportivas, para qué quieres comprarte esas», relata la esposa, y el marido asiente con la cabeza y acelera, como si pensara: «Que haga Julia lo que quiera con las deportivas y a ver si llegamos pronto al restaurante que tengo hambre». Españoles comprando en Portugal. Los de Huelva, en Vila Real; los de Badajoz, en Elvas; los de Cáceres... en El Faro (¡buenos son los de Cáceres!); los de Zamora, en Miranda do Douro... Y en Miranda estamos, comprando, comiendo, escuchando mirandés, una variante del astur-leonés...
Miranda do Douro es a Portugal lo que el Val do Xálima a Extremadura. El pueblo, situado sobre el Duero, perteneció a la diócesis de Astorga hasta el siglo XIII y en el mismo paquete que la dependencia episcopal se incluía la dependencia idiomática. Miranda es, por tanto, otra rareza lingüística de La Raya, como Barrancos, Cedillo, Valverde, Eljas, San Martín o la vecina Sendim.
En sus librerías se venden ediciones en mirandés de 'Asterix L Goulés' o de 'L Princepico'. En la escuela y en el instituto se estudia mirandés desde 1987. A Fala local, poco hablada en la ciudad hasta hace nada, empieza a ser un distintivo cultural y los mayores, que solo recurrían al mirandés en familia y preferían 'falar grave', o sea, en portugués, con los forasteros, han perdido sus complejos.

Si un dialecto se convierte en lengua cuando se normativiza, se normaliza y tiene uso literario, el mirandés cumple estos requisitos pues cuenta con norma escrita desde 1999, con reconocimiento legal y político desde ese mismo año y con una incipiente literatura. Hay un festival de la canción en mirandés, un día de la lengua mirandesa (17 de septiembre) y las placas de los monumentos y calles están escritas primero en mirandés y después, en portugués.
Miranda do Douro es villa desde 1286 y ciudad y sede de la primera diócesis de Trás-os-Montes desde 1545. Esto convirtió la localidad en capital de la región, pero la maldición de los polvorines, que se extiende como un reguero por los pueblos-fortaleza portugueses de la Raya (Juromenha, Campo Mayor), también se cebó con Miranda: en 1762, una bala de cañón española alcanzó el depósito de munición de la ciudad: estallaron 500 barriles de pólvora, destrozando el castillo y los barrios próximos, matando a 400 personas y acabando con la prosperidad de Miranda do Douro. Dos años después, el obispo se trasladaba a Bragança, establecía allí la sede episcopal y hasta ahora.
¿Y ahora? Pues Miranda ha vivido el mismo proceso que Fuentes de Oñoro o Valença do Minho: se ha convertido en una ciudad comercial especializada en vender muebles, toallas y mantelerías a los vecinos españoles de Zamora, Salamanca o Valladolid, que llenan su calle del Mercado, repleta de tiendas, comen postas mirandesas (desbordantes pedazos de ternera de 400 gramos con patatas, arroz y ensalada) en sus restaurantes y hacen cruceros de una hora por los Arribes del Duero.
La ciudad cuenta con dos zonas separadas por un parque. En la parte nueva, restaurantes, hoteles honrados y baratos y tiendas de batalla. En la parte vieja, grandes aparcamientos disuasorios, restos de la muralla y del castillo, la antigua catedral, rebajada a concatedral por culpa de la maldita explosión, plazas bonitas, bares con gracia, tiendas de artesanía y boutiques del gourmet. 
Y por aquí y por allá, los mirandeses, que, como los barranqueños, hablan español perfectamente y recurren de vez en cuando a su peculiar mirandés, ese resto del astur-leonés medieval que llama abuôlo al avô, armana a la irmã, niéta a la neta, suôgra a la sogra y zorro al filho bastardo.

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