Pilar Galán, que nos visitará el 8 de abril, reflexiona sobre los imputados desde su columna de El periódico Extremadura:
Dentro de nada, los imputados ya no recibirán ese nombre, sino que pasarán a llamarse investigados. Así lo ha recomendado el Consejo de Estado que cree conveniente sustituir el término imputado por investigado en las primeras fases de la instrucción, aunque luego pueda cambiarse a encausado según avance el procedimiento.
El ministro de Justicia también considera que el término imputado tiene un nivel de contaminación semántico muy alto, y que además puede marcar para siempre a las personas. Y yo me alegro del celo lingüístico que demuestran nuestros políticos, aunque solo sea para estas cosas. Menos da una piedra. La precisión léxica es digna de elogio, por más que mentes calenturientas vean lo que no existe. Para eso están los eufemismos, para lavar, suavizar y hasta centrifugar esas palabras rebeldes que se empeñan en significar lo que de verdad significan.
Por ejemplo, ahí está la movilidad exterior para hablar de la fuga de cerebros, también camuflada bajo el impulso aventurero de la juventud, esa etapa de la vida en la que no puedes evitar liarte la manta a la cabeza e irte a trabajar a Alemania, así porque sí, tan ricamente.
Y los procedimientos de ejecución hipotecaria, en vez de desahucio, tan contaminado que hasta la hache da grima. O las reformas estructuralesnecesarias en vez de recortes o la flexibilización del mercado laboral hasta convertirlo en despido.
Ahora entiendo por qué estos políticos metidos a filólogos han reducido tanto el presupuesto de la Real Academia de la Lengua, que debería ser su estrella guía. Qué saben los lingüistas frente a los trileros del difícil arte del birlibirloque.
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