A DON LUIS DE GÓNGORA
Claro cisne del Betis que, sonoro
y grave, ennobleciste el instrumento
más dulce, que ilustró músico acento,
bañando en ámbar puro el arco de oro,
a ti lira, a ti el castalio coro
debe su honor, su fama y su ornamento,
único al siglo y a la envidia exento,
vencida, si no muda, en tu decoro.
Los que por tu defensa escriben sumas,
propias ostentaciones solicitan,dando a tu inmenso mar viles espumas.
y grave, ennobleciste el instrumento
más dulce, que ilustró músico acento,
bañando en ámbar puro el arco de oro,
a ti lira, a ti el castalio coro
debe su honor, su fama y su ornamento,
único al siglo y a la envidia exento,
vencida, si no muda, en tu decoro.
Los que por tu defensa escriben sumas,
propias ostentaciones solicitan,dando a tu inmenso mar viles espumas.
Los ícaros defienda, que te imitan,
que como acercan a tu sol las plumas
de tu divina luz se precipitan.
Lope de Vega
Luis de Góngora y Argote murió un día como hoy, 23 de mayo, en su Córdoba natal. Era el año 1627. Por eso hablamos hoy de la Generación del 27, porque un grupo de poetas jóvenes (algunos muy jóvenes, otros no tanto), le rindieron un homenaje en Sevilla. Fue, ya lo veis, modelo poético para autores del siglo XX. Hoy apenas se le lee. ¡Ya cambiarán las cosas!
Luis de Góngora es el poeta más original e influyente de todo el Siglo de Oro español. Su obra poética rompe moldes e inaugura un nuevo lenguaje.

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Góngora tal vez sea uno de los poetas más importantes para la historia de la literatura, y desde luego, para la literatura. Lástima que se lea tan poco y que tampoco se le considere entre los autores, libreros, editores, profesores y lectores. El tópico del Carpe diem, que aprende en la literatura latina, lo fuerza hasta crear este poema en el que la invitación al gozo y la amargura final se dan la mano. Lo leemos:
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
mientras a cada labio, por cogello.
siguen más ojos que al clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello:
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no sólo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
Ninfa, de Doris hija, la más bella
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adora, que vio el reino de la espuma.
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Galatea es su nombre, y dulce en ella
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el terno Venus de sus Gracias suma.
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Son una y otra luminosa estrella
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lucientes ojos de su blanca pluma;
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si roca de cristal no es de Neptuno,
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pavón de Venus es, cisne de Juno.
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XIV
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Purpúreas rosas sobre Galatea
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la Alba entre lilios cándidos deshoja:
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duda el Amor cuál más su color sea,
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o púrpura nevada, o nieve roja.
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De su frente la perla es, eritrea,
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émula vana. El ciego dios se enoja,
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y, condenado su esplendor, la deja
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pender en oro al nácar de su oreja.
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Fábula de Polifemo y Galatea |
Miguel Hernández publicó en 1933 Perito en lunas, escrito en octavas
reales y que compuso bajo la influencia de la lectura del poeta barroco Góngora, de su Fábula de Polifemo y Galatea. Es
su etapa neogongorina, lo escribió después de su viaje a Madrid en 1931 en el que entró en contacto con los poetas de la Generación del 27. También ya está presente el surrealismo.
OCTAVA XX
Párrafos de la más
hiriente punta,
si la menos esbelta, como
voces
de emoción, ya se rizan,
de la yunta:
verdes sierpes, ya
trémulas de roces
y rocíos. La mano que las
junta,
afila las tajadas, sí,
las hoces,
con el deseo ya, la luz
en torno;
y enarca bríos, era,
masas, horno.
OCTAVA IV
Por el lugar mejor de tu
persona,
donde capullo tórnase la
seda,
fiel de tu peso
alternativo queda,
y de liras el alma te
corona.
¡Ya te lunaste! Y cuanto
más se encona,
más. Y más te hace eje de
la rueda
de arena, que desprecia
mientras junta
todo tu oro desde punta a
punta.
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