lunes, 2 de noviembre de 2015

EL ALCALDE DE ZALAMEA

Se ha representado muchas veces.

El alcalde de Zalamea es un clásico del Siglo de Oro español en el que se tratan tres cuestiones primordiales: el amor, el honor y la justicia. Pedro Crespo es un rico labrador, viudo y con dos hijos, que tiene que acoger en su casa a un capitán de las tropas que están de paso camino de Portugal. El invitado se prenda de Isabel, la hija y, antes de abandonar la villa, la secuestra y la viola. Una vez liberada, Crespo, nuevo alcalde de Zalamea, arresta al capitán y, sin esperar que se haga cargo la justicia militar, determina y cumple la sentencia.
Tiene Pedro Crespo, en El alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca, unos versos que, durante un instante, le convierten en un héroe. Recién nombrado alcalde, recién violada su hija, recién liberado de sus ataduras, enardecido por la sed de venganza, se detiene un momento, reflexiona y dice:

¡Cielos,
cuando vengarse imagina,
me hace dueño de mi honor
la vara de la justicia!
¿Cómo podré delinquir
yo, si en esta hora misma
me ponen a mí por juez
para que otros no delincan?
Pero cosas como aquestas
no se ven con tanta prisa.



El Alcalde de Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca y Henao de la Barrera, que vivió entre 1600 y 1681, es tal vez una de las obras más representativas del teatro del siglo XVII, ya que nos muestra con mucha claridad cómo era la sociedad española del momento, además de que nos señala algunas de las características más sobresalientes de nuestra realidad extremeña. Zalamea de la Serena es, ya lo sabemos, un municipio de la comarca pacense de La Serena
EN LA OBRA se nos dice que las tropas de Llerena se han de juntar con las que ahora llegan a Zalamea, para, luego reunidas, ir hasta Guadalupe, donde sabemos que estuvo Felipe II en su viaje a Portugal. Mientras, han de esperar en Zalamea. Este hecho os parecerá extraño. En el siglo XVI todavía no existía lo que hoy llamamos la intendencia militar, y era la población la que habría de alojar y sustentar al ejército.

En definitiva parece que si en algo tuvo importancia nuestra comunidad en los llamados Siglos de Oro fue precisamente su carácter fronterizo, lo que la ha llevado a estar envuelta en vicisitudes militares con otras zonas limítrofes, especialmente en las relaciones con Portugal. Haced un repaso con los datos que habéis estudiado en historia sobre este asunto; anotad los momentos en que el papel fronterizo de Extremadura ha significado un particular modo de vivir la historia.
La Jornada Primera comienza con la presencia en escena de Rebolledo y la “Chispa”, además de un grupo de soldados. Vienen de camino. Casi nada de lo que pasa interesa al argumento general de la obra. Por las palabras de Rebolledo descubrimos ya en el arranque de la obra que era obligación de los vecinos alojar a los soldados cuando el ejército se trasladaba de un lugar a otro; esta obligación a veces provocaba corruptelas y desmanes: se compraban ejecutorias, que eran documentos legales que eximían  de alojar a la soldadesca; algunos comisarios (funcionarios del ejército que se encargaba del alojamiento de la tropa), deshonestos, cobraban de los ayuntamientos y hacían que la tropa, cansada, continuara camino. Aparece la “Chispa”, caracterizada como una prostituta que sigue a Rebolledo. Al demostrar su valentía al ir tras su hombre dice que si hubiera querido vivir regalada no habría dejado la casa del regidor. 
La obra no ha hecho más que arrancar y Rebolledo y la “Chispa” se ponen a cantar una jácara, una canción. En el teatro era frecuente que entre Jornada y Jornada se introdujeran canciones para así entretener al público. Pero en este caso vemos cómo la canción está dentro de la obra. La jácara, o canción de jaques o pícaros, nos muestra el modo de pensar de los personajes que la cantan. Mandan parar la canción porque han visto una torre. 
Entra en el escenario el capitán don Álvaro de Ataide. Significa el fin de la escena anterior. Cada vez que hay cambios en el escenario (entran otros personajes nuevos) podemos hablar de una nueva escena. 
La obra finaliza con las siguientes palabras de Pedro Crespo:

Con que fin el autor da
a esta historia verdadera.
Los defectos perdonad.
Ésta es una muletilla frecuente en el teatro de los Siglos de Oro, y en la literatura en general. De ningún modo significa que los hechos dramatizados hayan sucedido de verdad, aunque los personajes que aparezcan sean o hayan sido reales. Lo que sí es cierto es que lo que se cuenta pudo haber sucedido: la obra es verosímil. Bien es verdad que hoy en Zalamea de la Serena podemos visitar la casa de Pedro Crespo, en la que se desarrollaron los hechos reales en que se inspiraría Pedro Calderón de la Barca para escribir la obra. Allí podremos ver incluso la viga en que fue ahorcado en 1581 el capitán Álvaro de Ataide.

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