De nuevo Álex
Grijelmo nos ayuda a usar bien las palabras en su artículo semanal de El
País. Leemos juntos:
LA PUNTA DE LA
LENGUA
Arrancar un verbo pegajoso
El idioma español dispone de
muchos verbos para significar la acción de que algo da comienzo: iniciar,
empezar, acometer, principiar, emprender,
desatar, despegar, comenzar, desencadenar,
activar, impulsar, fundar, irrumpir...
Y, sin embargo, se ha extendido como una plaga en los medios informativos la
reiteración hasta lo inverosímil del verbo arrancar. Así, “arranca
el partido”, “arranca la inauguración”, “arranca la campaña
electoral”, “arranca el juicio contra Fulano”... Y no hay manera de
arrancar ese verbo del vocabulario de locutores y redactores.
Las etapas, los congresos,
los campeonatos no empiezan o comienzan: arrancan. Las obras, los
empeños o los programas no se acometen, se emprenden o se inician: arrancan.
Los procesos, las tormentas o los acontecimientos no se desencadenan o se
desatan: arrancan. Las ideas no se activan o se impulsan: arrancan.
Y, luego, cuando se trata de arrancar
el coche, resulta que lo ponemos en marcha.
Esta costumbre de algunos
periodistas de engancharse a determinadas palabras se va dando por rachas. Unas
veces se imanta durante dos o tres años el verbo apostar (“el
Gobierno apuesta por un cambio de estrategia”, “la empresa apuesta por
la continuidad”); después puede reemplazarlo en su obsesiva presencia el
verbo dejar, sobre todo para casos de catástrofes (“el
terremoto dejó cientos de víctimas”, “el huracán dejó muchos destrozos”...),
o también tumbar, en el uso judicial, político y deportivo (“el
Parlamento tumba la iniciativa de la oposición”, “Alemania tumba a
Brasil”, “el Constitucional tumbó la ley recurrida”).
Otro tanto ocurrió tiempo
atrás con realizar, hasta el punto de que lo mismo se realizaba
una obra de caridad que se realizaba un asesinato.
Y en el caso de cuanto
signifique dar un comienzo a algo, durante años padecimos el abuso del verbo iniciar,
defendido por muchos periodistas en nombre de su brevedad y por la finura de
sus tres íes, que facilita el ajuste de los titulares.
En efecto, la cuadratura de
los encabezamientos (una especie de crucigrama que hay que resolver deprisa) se
facilita con letras cortas y delgadas, pues no ocupa el mismo espacio una eme
(m) que una ele (l). Iniciar cobra así
ventaja respecto a comenzar, gracias a su fisonomía. Esa
percutiente presencia informativa, debida al menor peso que da en la báscula,
se explicaba con claridad en los diarios impresos y en Internet; no tanto su
uso machacón también en la televisión y en la radio.
Y ahora iniciar
deja paso a arrancar en ese papel de abducir los amplios espacios
semánticos que dan idea de que algo comienza.
Curiosamente, arrancar
no se inventó para que equivaliera a comenzar, empezar
o iniciar. Su significado primitivo se acercaba a desbandar:
sacar a alguien de las filas (des-bandar), separar;
y de ahí luego desarraigar, extirpar, arrebata”
(Corominas y Pascual).
El Diccionario
académico ofrece once acepciones de este verbo (sacar de raíz, obtener con
fuerza, embestir...) antes de anotar ésta: “Partir de carrera para
seguir corriendo”; y a continuación: “Dicho de una máquina, iniciar el
funcionamiento”. Y en la acepción 17ª, “empezar a hacer algo de modo
inesperado” (“se arrancó a cantar”); en todos estos casos como usos
figurados que se iban fosilizando.
Por tanto,
arranca una carrera, arranca un motor, arrancamos una raíz. Tales sentidos
evocan algo que cambia de estado bruscamente o que entraña incluso cierta
violencia, ya sea espiritual, física o sonora. Arranca lo que empieza con ruido
(la lavadora), o de forma inesperada (la manada de bisontes que se encamina de
pronto hacia el río), o con esfuerzo (el atleta que sale tras el pistoletazo).
Sin embargo, el verbo “arrancar” se aplica hoy con frecuencia en los medios
informativos a cualquier hecho que comience; sin matices, sin rigor, con
descuido. Y así, a veces arranca una procesión, arranca un pase de modelos y
hasta arranca un minuto de silencio.
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