jueves, 7 de abril de 2016

DON QUIJOTE CABALGA DE NUEVO

CURSO SOBRE EL QUIJOTE

Tercera salida, aventuras, parada en el castillo de los Duques y en la ínsula Barataria y, de nuevo don Quijote y su fiel escudero Sancho Panza se ponen en camino en el capítulo LVIII, después de despedirse de los duques, es entonces cuando don Quijote pronuncia su famoso discurso sobre la libertad:
Cuando don Quijote se vio en la campaña rasa, libre y desembarazado de los requiebros de Altisidora, le pareció que estaba en su centro2 y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asumpto de sus caballerías3, y volviéndose a Sancho le dijo:
—La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertadI así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres4. Digo esto, Sancho, porque bien has visto el regalo, la abundancia que en este castillo que dejamos hemos tenido; pues en mitadII de aquellos banquetes sazonados y de aquellas bebidas de nieve5 me parecía a mí que estaba metido entre las estrechezas de la hambre, porque no lo gozaba con la libertad que lo gozara si fueran míos, que las obligaciones de las recompensas de los beneficios y mercedes recebidas son ataduras que no dejan campear al ánimo libre6. ¡Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligación de agradecerlo a otro que al mismo cielo7!
Sancho ha tenido la oportunidad de mostrar su gran humanidad y sensatez a lo largo de estos larguísimos episodios en los que transitan por el castillo de los duques y en el gobierno de Sancho en la ínsula Barataria. Se simultánea las acciones de don Quijote en el castillo y las de Sancho en su ínsula con gran destreza narrativa que sabe interrumpir la acción para suscitar la atención del lector. Sancho es el verdadero protagonista porque don Quijote está en un segundo plano ante la grandeza de su escudero.

Destacamos las aventuras de Altisidora, la dueña doña Rodríguez y la sima en la que cae Sancho cuando abandona el gobierno de Barataria, así como el encuentro con Ricote (LIV)
                                                  CAPÍTULO LIIII


Que trata de cosas tocantes a esta historia, y no 
a otra alguna 

Resolviéronse el duque y la duquesa de que el desafío que don Quijote hizo a su vasallo por la causa ya referida pasase adelante; y puesto que el mozo estaba en Flandes1, adonde se había ido huyendo por no tener por suegra a doña Rodríguez, ordenaron de poner en su lugar a un lacayo gascón2, que se llamaba TosilosI, industriándole primero muy bien de todo lo que había de hacer3.
De allí a dos días dijo el duque a don Quijote como desde allí a cuatro vendría su contrario y se presentaría en el campo, armado como caballero, y sustentaría como la doncella mentía por mitad de la barba4, y aun por toda la barba entera, si se afirmaba que él le hubiese dado palabra de casamiento. Don Quijote recibió mucho gusto con las tales nuevas, y se prometió a sí mismo de hacer maravillas en el caso, y tuvo a gran ventura habérsele ofrecido ocasión donde aquellos señores pudiesen ver hasta dónde se estendía el valor de su poderoso brazo; y así, con alborozo y contento, esperaba los cuatro días, que se le iban haciendo, a la cuenta de su deseo, cuatrocientos siglos.
Dejémoslos pasar nosotros, como dejamos pasar otras cosas, y vamos a acompañar a Sancho que entre alegre y triste venía caminando sobre el rucio a buscar a su amo, cuya compañía le agradaba más que ser gobernador de todas las ínsulas del mundo.
Sucedió, pues, que no habiéndose alongado mucho de la ínsula del suII gobierno (que él nunca se puso a averiguar si era ínsula, ciudad, villa o lugar la que gobernaba) vio que por el camino por donde él iba venían seis peregrinos con sus bordones, de estos estranjeros que piden la limosna cantando5, los cuales en llegando a él se pusieron en ala6 y, levantandoIII las voces, todos juntos comenzaron a cantar en su lengua lo que Sancho no pudo entender, si no fue una palabra que claramente pronunciabaIV «limosna7», por donde entendió que era limosna la que en su canto pedían; y como él, según dice Cide Hamete, era caritativo además, sacó de sus alforjas medio pan y medio queso, de que venía proveído, y dióseloV, diciéndoles por señas que no tenía otra cosa que darles. Ellos lo recibieron de muy buena gana y dijeron:
¡Guelte! ¡Guelte8!
En la lectura vamos comprobando como la pareja cervantina se va encontrando con sus lectores, que comentan la primera parte y las características de sus personajes. Cervantes hace metaliteratura y así llegamos al capítulo LIX donde nos topamos con los lectores del Quijote apócrifo de Avellaneda y es entonces cuando los propios personajes critican de falsedad del de Avellaneda y toman decisiones, interactúan con la realidad y don Quijote allí mismo decide ir a Barcelona y no a Zaragoza. Con las antenas puestas y con los pies en el suelo hace una jugada Cervantes de jaque mate a Avellaneda. ¡Qué genialidad! Cervantes está escribiendo la segunda parte de su novela y de pronto se encuentra con un falsificador, con un pirata de su escritura, de su creación. Don Quijote se ha retirado a su aposento en una venta del camino y 
"oyó decir don Quijote:
—Por vida de vuestra merced, señor don Jerónimo, que en tanto que traenXVIIIla cena leamos otro capítulo de la segunda parte de Don Quijote de la Mancha.
Apenas oyó su nombre don Quijote, cuando se puso en pie y con oído alerto escuchó lo que dél trataban30 y oyó que el tal don Jerónimo referido respondió:
—¿Para qué quiere vuestra merced, señor don Juan, que leamos estos disparates, si el queXIX hubiere leído la primera parte de la historia de don Quijote de la Mancha no es posible que pueda tener gusto en leer esta segunda31?
—Con todo eso —dijo el don Juan—, será bien leerla, pues no hay libro tan malo, que no tenga alguna cosa buena32. Lo que a mí en este más desplaceXXes que pinta a don Quijote ya desenamorado de Dulcinea del Toboso33.
Oyendo lo cual don Quijote, lleno de ira y de despecho alzó la voz y dijo:
—Quienquiera que dijere que don Quijote de la Mancha ha olvidado ni puede olvidar a Dulcinea del Toboso, yo le haré entender con armas iguales que va muy lejos de la verdad; porque la sin par Dulcinea del Toboso ni puede ser olvidada, ni en don Quijote puede caber olvido: su blasón es la firmeza, y su profesión, el guardarla con suavidad y sin hacerseXXI fuerza alguna.
—¿Quién es el que nos responde? —respondieron del otro aposento.
—¿Quién ha de ser —respondió Sancho— sino el mismo don QuijoteXXII de la Mancha, que hará bueno cuanto ha dicho y aun cuanto dijere, que al buen pagador no le duelen prendas?
Apenas hubo dicho esto Sancho, cuando entraron por la puerta de su aposento dos caballeros, que tales lo parecían, y uno dellos, echando los brazos al cuello de don Quijote, le dijo:
—Ni vuestra presencia puede desmentir vuestro nombre, ni vuestro nombre puede no acreditar vuestra presencia: sin duda vos, señor, sois el verdadero don Quijote de la Mancha, norte y lucero de la andante caballería, a despecho y pesar del que ha querido usurpar vuestro nombre y aniquilar vuestras hazañas, como lo ha hecho el autor deste libro que aquí os entrego.
Y poniéndole un libro en las manos, que traía su compañero, le tomó don Quijote y, sin responder palabra, comenzó a hojearle, y de allí a un poco se le volvió, diciendo:
—En esto poco que he visto he hallado tres cosas en este autor dignas de reprehensión. La primera es algunas palabras que he leído en el prólogo34; la otra, que el lenguaje es aragonés, porque tal vez escribe sin artículos35, y la tercera, que más le confirma por ignorante, es que yerra y se desvía de la verdad en lo más principal de la historia, porque aquí dice que la mujer de Sancho Panza mi escudero se llama Mari Gutiérrez, y no llamaXXIII tal, sino Teresa Panza: y quien en esta parte tan principal yerra, bien se podrá temer que yerra en todas las demás de la historia36.
y leemos su determinación fundamental:
Preguntáronle que adónde llevaba determinado su viaje. Respondió que a Zaragoza, a hallarse en las justas del arnés52, que en aquella ciudadXXX suelen hacerse todos los años. Díjole don Juan que aquella nueva historia contaba como don QuijoteXXXI, sea quien se quisiere, se había hallado en ella en una sortija falta de invención53, pobre de letras, pobrísima de libreas54, aunque ricaXXXII de simplicidades.
—Por el mismo caso —respondió don Quijote— no pondré los pies en Zaragoza y así sacaré a la plaza del mundo la mentira dese historiador moderno, y echarán de ver las gentes como yo no soy el don Quijote que él dice.
—Hará muy bien —dijo don Jerónimo—, y otras justas hay en Barcelona donde podrá el señor don QuijoteXXXIII mostrar su valor55.
—Así lo pienso hacer —dijo don Quijote—; y vuesas mercedes me den licencia, pues ya es hora, para irme al lecho, y me tengan y pongan en el número de sus mayores amigos y servidoresXXXIV.
—Y a mí también —dijo Sancho—: quizá seré bueno para algo.
Con esto se despidieron, y don Quijote y Sancho se retiraron a su aposento, dejando a don Juan y a don Jerónimo admirados de ver la mezcla que había hecho de su discreción y de su locura, y verdaderamente creyeron que estos eran los verdaderos don Quijote y Sancho, y no los que describía su autor aragonés.
Madrugó don Quijote y, dando golpes al tabique del otro aposento, se despidió de sus huéspedes. Pagó Sancho al ventero magníficamente y aconsejóle que alabase menos la provisión de su venta o la tuviese más proveída.

En el capítulo LX ya están Sancho y don Quijote camino de Barcelona. Se encuentran con la España del momento en el bosque de los ahorcados, con Roque Guinart, con Claudia Jerónimo.

No hay comentarios: