Es José Catalán el que nos cuenta cómo vio el estreno de El alcalde de Zalamea. Lo dice en el Periodista digital. Algunos párrafos nos gustan tanto. Atentos al episodio personal que se cuenta. Leemos:
Llegó El alcalde de Zalamea a reabrir La Comedia
La Compañía Nacional de Teatro Clásico pone en escena una gran versión del drama de Calderón
La celebración de la reapertura del histórico Teatro de la Comedia, sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, merecía lo mejor y así ha sido. Elena Pimenta, su directora, presenta un brillante y espectacular montaje de El alcalde de Zalamea, de Pedro Calderón de la Barca, quizás la mejor pieza dramática de las letras españolas. Carmelo Gómez interpreta un sobresaliente Pedro Crespo, secundado con la misma calificación por Joaquín Notario como don Lope de Figueroa. Todo un acontecimiento en los inicios de esta temporada teatral.
En día y medio ocurre todo. Las tropas reales rumbo a Extremadura deciden pernoctar en la villa de Zalamea, quizás Salamanca, quizás Toledo. Manda la columna un capitán tan amoral como casi todos sus soldados que se empeña en realizar la miserable hazaña de raptar y violar a la hija del hombre más respetado del lugar. Este ha acogido en su casa al general don Lope, y ambos rivalizan en probidad e intiman en sus fuertes personalidades y alto orgullo. Descubierto el drama y nombrado alcalde Pedro Crespo casi simultáneamente, y tras fracasar en rogar al malvado capitán que enmiende el entuerto con una boda, lo juzgará con todas las de ley y lo sentenciará a muerte. Pero la justicia civil no tiene jurisdicción sobre los militares y cuando las tropas de don Lope están a punto de arrasar Zalamea, llega el Rey y considera que a pesar de todo el alcalde ha hecho bien, pues en esto como en todo en la vida, más que las formas importa el fondo.
Dice Pimenta que 'como obra maestra del Siglo de Oro español y de la dramaturgia universal de todos los tiempos, El alcalde de Zalamea se resiste a la simplificación. Cada época, cada circunstancia, cada geografía, descubre en ella lo que necesita'. La CNTC la ha representado en tres ocasiones anteriores desde su creación en 1986, la última en 2010 a cargo del anterior director de la CNTC.
El prestigiado equipo artístico de la CNTC realiza el mejor trabajo en muchos años, reuniendo espectacularidad y claridad al servicio de un texto genial y una trama casi perfecta. la escenografía de Max Glaenzel es tan convencional como efectiva, porque con unas bancadas laterales y un muro al fondo se pueden hacer engendros, o maravillas que parezcan novedosas, gracias sin duda a una iluminación destacable de Juan Gómez Cornejo, y a uno de los mejores vestuarios de época de los últimos tiempos. La selección y adaptación musical de Ignacio García merece mención aparte en una síntesis popular-cortesana muy meritoria, un repertorio de barroco español con jácaras y folías, con vihuela, con tambor y con unos cantos populares de buena factura y excelente interpretación.
Coreógrafa, maestro de esgrima y asesor de verso colaboran a que un numeroso reparto actúe con precisión y acierto. Veinte actores y actrices pueblan el escenario en una sucesión de escenas que siempre transmiten belleza estética. 'Aquí se abren paso los versos a cuchilladas. Rueda el romance, fluye la música octosílaba como agua que cambia de estado y de forma según la escena y el personaje, sin transiciones, sin compases de espera', dice Álvaro Tato, autor de una versión a primera audición impecable. 'Pocas veces el teatro áureo fluye tan feroz, inmediato y activo como en este drama. Su eternidad de obra maestra es aromática, tangible, sabrosa. Hay campo. Hay un pueblo con su gente, sus sonidos, silencios y rumores. Hay una tropa que trae acero, canciones, miseria y barro. Hay una casa de labradores con su desván, su patio, sus amores y recelos. Hay hidalgos que pululan hambrientos, buscavidas que entonan jácaras, villanos que se alzan, rondas a la reja, duelos nocturnos, penas sumarias y un rey ex machina que reinstaura un orden lleno ya de sangre, despedidas y soledad. Todo sucede en tumulto ante nuestros ojos a tiempo real (si es que el tiempo no es siempre imaginario), sobre las tablas o a la vuelta del escenario, donde se oculta la violación y la muerte: cerquísima de nosotros. Se juega, se canta, se baila, se lucha, se llora y se muere en un día', dice Tato y explica: 'La presente versión quiere lustrar el oro del verso calderoniano, con respeto pero sin reverencia, para que llegue al público el agua clara y directa de su poesía activa, limando aquellas palabras o expresiones hoy opacas o confusas, lijando ciertos pasajes para clarificarlos'. Nos parece que lo ha logrado.
Carmelo Gómez sale bien airoso del desafío de interpretar uno de los papeles cumbre de la escena española. Enorme presencia escénica, de esas que irradian potencia. Gestos, miradas, silencios y frases siempre medidos, siempre emocionantes. Joaquín Notario es nuestro mejor actor clásico y confirma su experiencia y liderazgo; en la versión de 2010 que antes comentábamos hizo ese Pedro Crespo que ahora cede a Carmelo Gómez. Nos gustaron especialmente La Chispa de Clara Sanchis y ese hijo Juan a cargo de Rafa Castejón. Nos gustó mucho Óscar Zafraen su medido sargento y encontramos un tanto sobreactuados los papeles de Rebolledo y Don Mendo, el primero en griterío, el segundo en histrionismo: es curioso que notáramos lo mismo en el montaje de 2010. No eludiremos hablar de la víctima, Isabel, papel por demás difícil, en el que Nuria Gallardo se defiende. Hacer de malo es casi más difícil que de buena, y Jesús Noguero no presenta muchos matices como el capitán Álvaro de Ataide. Especial mención de nuevo a las intervenciones musicales, y a un lance de espadas tan poblado que da miedo. Dudas sobre el muro derribado para facilitar el final, y reparos a la poca presencia del rey en su corta intervención. Sorpresa al principio con partido de pelotaris y satisfacción final con un público entusiasta.
Si La vida es sueño tiene un trasfondo filosófico más profundo, El alcalde de Zalamea habla de justicia y rebelión, de dignidad y virtud, de seres humanos capaces de arriesgarlo todo por sus convicciones. Se puede elegir entre las dos o se puede pensar que la pareja es inseparable. Pedro Calderón de la Barca estrena en 1636 esta obra con 35 años de edad, un año después de aquella. En 1629 su hermano y él se han visto envueltos en un lance en la calle Cantarranas (hoy Lope de Vega), en el que Diego es herido gravemente por Pedro de Villegas, cómico y hermano de Ana de Villegas, famosa actriz. Para prender al agresor Pedro y los alguaciles violan la clausura del monasterio de las Trinitarias, en el que reside sor Marcela, hija de Lope de Vega, motivo por el que Lope se queja al duque de Sessa; finalmente la justicia falla a favor de los hermanos. Es otro conflicto de jurisdicciones -la eclesiástica enfrentada a la civil, en vez de la militar- que pudo inspirar en parte la obra.
Comprado por el estado en 1998, cerrado desde 2002, las obras de remodelación del Teatro de la Comedia han durado casi tres años. En el interior se ha realzado su aspecto original en tres pisos y una platea con planta en forma de herradura, las esculturas de bronce del vestíbulo y el zócalo de madera y latón, sus barandillas repujadas, sus butacas de terciopelo rojo y la recuperación de la policromía del lienzo de lino ubicado en el techo de la sala principal. Por el contrario, los suelos de baldosín en blanco y negro en el recibidor, y de convencional parqué en los interiores, vienen a reflejar un descuido en los pavimentos de los edificios emblemáticos que ya es tradicional. Finalmente, este ansiado reestreno del Teatro de la Comedia ha venido a costar casi 30 millones de euros si se incluye el equipamiento escénico en el presupuesto total. Que sea para bien.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
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Interés: 9
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Versión: 8
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Dirección: 8
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Interpretación: 8
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Escenografía: 8
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Música: 8
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Producción: 9
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Programa de mano: 7
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Documentación a los medios: 7
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