jueves, 26 de noviembre de 2015

LAS CARTAS EN EL QUIJOTE



LA CARTA DE AMOR

Volvamos a la novela y al personaje. Sancho habría de llevar una carta de amor, junto al documento de la libranza de los pollinos dirigido a su sobrina. En esa amorosa carta habría de contarle la penitencia y la imitación que andaba haciendo de Amadís:
Sacó el libro de memoria don Quijote y, apartándose a una parte, con mucho sosiego comenzó a escribir la carta, y en acabándola llamó a Sancho y le dijo que se la quería leer porque la tomase de memoria, si acaso se le perdiese por el camino, porque de su desdicha todo se podía temer. A lo cual respondió Sancho:
—Escríbala vuestra merced dos o tres veces ahí en el libro, y démele, que yo le llevaré bien guardado; porque pensar que yo la he de tomar en la memoria es disparate, que la tengo tan mala, que muchas veces se me olvida cómo me llamo. Pero, con todo eso, dígamela vuestra merced, que me holgaré mucho de oílla, que debe de ir como de molde.
—Escucha, que así dice —dijo don Quijote.
CARTA DE DON QUIJOTE A 
DULCINEA DEL TOBOSO
Soberana y alta señora: 
El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas del corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, maguer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acorrerme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto, que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. Tuyo hasta la muerte,
                             El Caballero de la Triste Figura
—Por vida de mi padre —dijo Sancho en oyendo la carta—, que es la más alta cosa que jamás he oído. ¡Pesia a mí, y cómo que le dice vuestra merced ahí todo cuanto quiere, y qué bien que encaja en la firma El Caballero de la Triste Figura! Digo de verdad que es vuestra merced el mesmo diablo y que no hay cosa que no sepa.

Recuerde que Oriana escribe una carta a Amadís firmándola: «Yo soy la doncella ferida de punta de espada por el corazón»; la metáfora, que sustituye el arma física por la moral, es, estilísticamente, muy efectiva. Desde la primera letra está imitando este tipo de correspondencia. Es imitación también  el saludo inicial: “Te envía la salud que él no tiene”, pues es un tópico literario ya usado por Cervantes en La Galatea, pero que aquí aparece en forma de endecasílabo. En fin, todo lo que dice son tópicos literarios de la poesía trovadoresca, del amor cortés. Tópicos: no dice nada.

¿No quedamos que mandaba una carta de amor para contarle cómo quedaba en Sierra Morena haciendo penitencia por Dulcinea? Pues eso, que es lo importante, no lo dice. Sino que ya en la carta le encarga a su escudero que sea él el que se lo cuente.

A Don Quijote no le interesa el objetivo de la carta, sino sólo el objeto: la propia carta, que sólo es una taracea de expresiones que aparecen en otras cartas de los libros de caballerías ¿Por qué? Por la propia realidad de Dulcinea, claro. Es decir: su irrealidad. 

LA CARTA MERCANTIL

Si la carta de amores estaría firmada por El Caballero de la Triste Figura, la otra ya no puede ser. A Sancho le interesa mucho que aparezca la firma, y que ésta sea legible, y que ponga bien claro el contenido: que la sobrina ha de entregar a Sancho tres de los cinco burros que hay en la casa. Un pago es un pago. Esto es serio.

Leamos el fragmento:

—Ea, pues —dijo Sancho—, ponga vuestra merced en esotra vuelta la cédula de los tres pollinos, y fírmela con mucha claridad, porque la conozcan en viéndola.
—Que me place —dijo don Quijote.
Y, habiéndola escrito, se la leyó, que decía ansí:
Mandará vuestra merced, por esta primera de pollinos, señora sobrina, dar a Sancho Panza, mi escudero, tres de los cinco que dejé en casa y están a cargo de vuestra merced. Los cuales tres pollinos se los mando librar y pagar por otros tantos aquí recebidos de contado, que con esta y con su carta de pago serán bien dados. Fecha en las entrañas de Sierra Morena, a veinte y dos de agosto deste presente año.
—Buena está —dijo Sancho—, fírmela vuestra merced.
—No es menester firmarla —dijo don Quijote—, sino solamente poner mi rúbrica, que es lo mesmo que firma, y para tres asnos, y aun para trecientos, fuera bastante.
—Yo me confío de vuestra merced —respondió Sancho—. Déjeme, iré a ensillar a Rocinante, y aparéjese vuestra merced a echarme su bendición, que luego pienso partirme, sin ver las sandeces que vuestra merced ha de hacer, que yo diré que le vi hacer tantas, que no quiera más.

Sépase que en época de Cervantes se leyó esta carta y su contexto como una sátira contra el duque de Lerma: Sancho representa al secretario Pedro Franqueza, y los pollinos a tres de los cinco hijos de Emanuel de Saboya, cuando fueron llamados a España como posibles sucesores de Felipe III. Sea así.

Ya vemos que se reproduce, con modificaciones cómicas, la estructura de una «cédula comercial de libranza».

En fin, todo claro. Sólo falta firmarla, pero Don Quijote asegura que no hace falta firma, sino sólo rúbrica. Firma es el nombre escrito, imprescindible en todo documento mercantil real; la rúbrica es el signo dibujado que acompaña a la firma. ¿Qué documento mercantil no lleva firma? Ninguno. Pero ¿qué firma poner? La transacción económica es real, es un pago, y por lo tanto tendría que aparecer el nombre verdadero. Si Alonso Quijano pone su nombre se estaría desdiciendo de ser Don Quijote; si pone Don Quijote la señora sobrina nunca pagaría.

Todo muy claro, y el hidalgo, muy cuerdo. 

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