Leamos, para empezar con buen pie, este artículo de Juana Vázquez publicado por EL PAÍS en 2007:
Don
Miguel de Cervantes fue un hombre que se adelantó a su tiempo, y al que su
pasión por la libertad llevó a configurar la mayoría de los personajes
femeninos de Don Quijote según sus principios de independencia y
libertad.
El
escritor manchego estaba muy lejos de los modelos de mujeres que presentaban
los autores de entonces. Su actitud ante la vida era avanzada. Sobre todo, si
lo comparamos con Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo... y no digamos con el
posterior Calderón de la Barca, quienes proyectaban en sus obras una concepción
de la mujer cavernícola.
Consecuencia
de esta actitud avanzada es que la mayoría de los personajes femeninos de este
libro de libros saben leer y escribir. Sólo son analfabetas Teresa Panza,
Sanchica, Aldonza Lorenzo y Maritornes. Sin embargo, las damas de aquellos
siglos, en un 90%, no estaban alfabetizadas.
Letradas
o analfabetas, señoras o criadas, ricas o pobres, campesinas o aristócratas,
las féminas de Don Quijote son sujetos de pensamientos y actitudes
autónomas, viven dignamente en el nivel que les corresponde por su origen, y
aunque éste se sitúe en el peldaño más bajo de la escala cultural y social, se
muestran seguras de sí mismas y lo viven con gallardía y autoestima. Cervantes
les da vida como sujetos y por tanto no están atadas a ningún convencionalismo
social o cultural que se sitúe por debajo de su dignidad como personas. No era
así para las mujeres de carne y hueso de aquellos siglos. Y es que con
Cervantes la mujer cambia su papel de objeto pasivo a sujeto activo.
Entre
estas damas cultivadas y seguras de sí mismas de Don Quijote, en donde
se cumple de una forma más radical el pensamiento de un Cervantes anticipado a
su tiempo, está el personaje de Marcela, que encabeza su manifiesto con el
famoso grito: "Yo nací libre". La zagala reivindica el privilegio de
vivir sin trabas, sea soltera, casada u holgando a su antojo de lo que llama su
libre condición.
Este
que sigue es un fragmento de su discurso a los amigos del fallecido Crisóstomo,
que se suicidó porque ella no lo aceptaba como futuro marido: "El cielo
aún hasta ahora no ha querido que yo ame por destino, y el pensar que tengo que
amar por elección es excusado. (...) Yo como sabéis tengo riquezas propias y no
codicio las ajenas; tengo libre condición, y no gusto de sujetarme (...) Y en
diciendo esto, sin querer oír respuesta alguna, volvió las espaldas y se entró
por lo más cerrado de un monte".
¿Dónde
en un siglo de analfabetismo, existen unas mujeres, además de libres, con
destrezas propias de letradas e instruidas, iguales que los personajes
femeninos de Don Quijote? Pues las féminas de este tiempo, como
manifiesta el padre de una dama casadera en la comedia de Calderón No haya
burlas con el amor, debían prescindir del terreno intelectual, ya que les
estaba prohibido por pertenecer al hombre. Lo suyo era la vida cotidiana ubicada
en el espacio privado y atender a sus labores caseras. De esta forma tan
sintetizada lo dice el citado padre acerca de su "querida" hija:
"Bordar, labrar y coser/ sepa sólo: deje al hombre/ el estudio".
Hoy
todavía quedan flecos en la idea de que la mujer es la apropiada para realizar
trabajos caseros. Por ejemplo, hace poco se leía en la prensa que una compañía
aérea ha rechazado contratar hombres como auxiliares de vuelo en sus aviones.
Alegan que prefieren que sean mujeres las que atiendan a los pasajeros.
Seguramente, piensan que se les da mejor que a los hombres servir las comidas,
las bebidas, traer una mantita al viajero, una almohada, algún analgésico, en
fin, servicios domésticos...
En
resumen, si la libertad que otorga Cervantes a las damas en Don Quijote,
que las hace salir a los caminos "solas y señeras", hubiera servido
de ejemplo para muchos escritores de todos los tiempos e incluso para los
medios de comunicación de nuestros días -que todavía hoy deslizan en sus
páginas frases como "mujeres cuota", "ministras Vogue",
etcétera- mejor nos hubiera ido. Seguramente, mucha de la violencia machista
estaría extinguida, pues ésta se basa, sobre todo, en utilizar a la mujer como
un objeto que pertenece al marido, algo así como el coche, el vídeo o el ordenador,
y no como sujeto de acción y libre albedrío.
En
la comedia El castigo sin venganza, de Lope de Vega, se aprecia esta
actitud machista, que por desgracia, hoy, cuatro siglos después, sigue
existiendo. Así se queja una fémina de los maridos: "En tomando posesión
(de la esposa)/ quieren en casa tener/ como alhaja la mujer,/ para adorno,
lustre y gala,/ silla o escritorio en sala.../ y es término que
condeno...".
Para
muchos no ha cambiado esta concepción de la mujer, y siguen sin admitir su
libertad como sujetos. Hace poco leía en una entrevista que le hacían en Mujer
Hoy a una psiquiatra, Marie-France Hirigoyen, experta mundial en maltrato y
acoso, en la que decía: "Se supone que cuanto más libertad tengan ellas,
menos violencia debería existir dentro de la pareja, pero esto no es así,
porque los hombres se resisten a aceptar esta libertad de la mujer".
¿Hasta cuándo?
Juana
Vázquez es catedrática de Lengua y Literatura y escritora.
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